La razón fundamental para pensar en la implementación de estos enfoques de riesgo en las actividades diarias, es la búsqueda de eficiencia, debido a que cada vez se hace más necesario el alcanzar diversos objetivos con el menor uso de recursos. Esto obliga a que la toma de decisiones sea lo más precisa posible, sobretodo en mercados altamente competidos donde la alternativa de generar mayor margen financiero se da, no por el incremento de ventas, sino por la reducción de costos, en tanto sea posible.

El sector empresarial latinoamericano, como nuestras sociedades, se ha visto impactado los últimos años por riesgos reputacionales, ampliamente conocidos y en investigación, lo que nos obliga a reflexionar sobre el rol y responsabilidad que, desde el sector privado, tenemos hacia el desarrollo de nuestros países, y el legado hacia nuevas generaciones. No está en discusión, que ante entornos como el actual (de competencia comercial muy fuerte), en los que el éxito empresarial, y el sostenimiento del negocio, se privilegie el logro de objetivos, sin embargo, es fundamental no solo el ¿qué? sino también que el ¿cómo? forme parte de la estrategia empresarial y esta se apoye en un alto sentido de responsabilidad y valores, que nos permita alcanzar la meta comercial, o de utilidad, y también tener certeza que nuestras acciones están enmarcadas en una sana práctica comercial, colaborando al establecimiento de sociedades que permitan mejorar las condiciones de todos nuestros stakeholders (reconociendo como tales a clientes, accionistas, proveedores, trabajadores).

Es así como la gestión integral de riesgo, establecimiento de buenas prácticas empresariales e implementación de esquemas de gobierno corporativo razonables, se convierten en una ventaja competitiva para nuestras organizaciones, en tanto esto sea comprendido como tal y cuente con el total compromiso del máximo nivel de nuestras entidades, evitando ser concebido solo como una estrategia de marketing o de posicionamiento para las empresas. Es fundamental, que nuestros líderes entiendan los riesgos a los que se exponen en ocasiones en cada uno de sus sectores económicos, como parte de su desenvolvimiento laboral, y se capacite, y entrene, a sus colaboradores para tener la tranquilidad que el actuar de ellos (lo que denominaba el “¿cómo?” en el párrafo anterior) se dará no solo contemplando un resultado financiero de corto plazo, sino también procurando un resultado financiero a largo plazo, como lo es el mantenimiento del valor de marca y de la fidelidad de los stakeholders, detallados previamente.

Si bien es cierto, las soluciones comerciales y oportunidades de hacer negocios se van incrementando conforme pasa el tiempo, también es cierto que muchas de estas soluciones ponen sobre la mesa nuevos riesgos y que, en ocasiones, no se cuentan con medidas preventivas que aseguren tener un manejo razonable de dicho riesgo, a priori. Dicho de otra forma, el avance comercial se da en una velocidad mayor en el que se puedan establecer, por ejemplo, marcos regulatorios. Es aquí donde la participación del sector privado se hace fundamental y necesaria para que, como expertos en su industria, definan mecanismos de control razonables (adecuados a su realidad y efectivos), y alerten al sector público (principalmente reguladores) en caso perciban algún aspecto que podría representar un riesgo importante no solo para sus organizaciones, sino para la industria en la que se desenvuelven.

Finalmente, todos queremos que nuestras organizaciones destaquen y alcancen cada vez logros más importantes que nos hagan sentir satisfechos de nuestra labor, pero dicho éxito debe estar acompañado de muy altos componentes éticos y morales para que no solo estemos frente a organizaciones exitosas, sino también ante líderes y colaboradores que demuestren ser personas en todo el sentido de la palabra, y que ello pueda garantizar que se deja, a las futuras generaciones, una sociedad mejor de la que se recibió.  

{Gestión de riesgos empresariales: Una necesidad actual}