Mejor tenerlo y no necesitarlo…

Seguro es muy familiar la frase: “es mejor tenerlo y no necesitarlo, que necesitarlo y no tenerlo”. Y aplica para muchas situaciones en la vida. Sin embargo, resulta especialmente pertinente cuando hablamos de seguros. En México, la cultura de la prevención no ocupa un lugar relevante en la vida de la mayoría, lo cual tiene graves consecuencias, tanto a nivel individual como colectivo.

Recuerdo un día frente a nuestro edificio, después de escuchar la alerta sísmica, cuando pregunté a dos de mis vecinos si tenían asegurados sus departamentos. En una ciudad (CDMX), como la nuestra, donde los sismos nos afectan directamente, parecía una pregunta obvia. Pero sus respuestas fueron un rotundo ‘no’, algo que me sorprendió. ¿Qué esperan? Que la situación se vuelva más crítica y costosa.

Aquí se vuelve crucial entender que los seguros no son un gasto innecesario, sino una inversión para proteger el patrimonio y sobretodo nuestra tranquilidad. En sus distintas modalidades -ya sea de vida, salud, accidentes o retiro-, el seguro no sólo protege a individuos, sino que también es un escudo para el patrimonio familiar o empresarial.

A pesar de esta importancia, las cifras muestran una realidad preocupante. Según la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE), la penetración del seguro en México es apenas del 2.6% del Producto Interno Bruto (PIB), muy por debajo de países latinoamericanos con ingresos per cápita similares o incluso inferiores, como Colombia y Chile. Esta cifra subraya una verdad incómoda: en México, la cultura de la prevención sigue siendo muy débil.

Aunque las aseguradoras señalan un crecimiento anual del 3% en aseguramiento, que entre 2013 y 2023 se tradujo en un aumento del 55.8% en seguros de gastos médicos (de 8.3 millones a 13 millones de personas), seguimos estando muy lejos de una cobertura adecuada. Actualmente, sólo 10.1% de la población mexicana cuenta con un seguro de gastos médicos, un porcentaje realmente muy bajo.

Norma Alicia Rosas, Directora General de la Asociación Mexicana de Instituciones de Seguro (AMIS), subrayó los avances significativos que se han logrado en la última década, señalando que cada vez más personas entienden la importancia de tener un seguro, pero ella misma admite que aún queda un largo camino por recorrer para que la mayoría de los mexicanos tengan acceso a servicios de salud adecuados a través de seguros privados.

La falta de conciencia sobre la importancia del seguro es evidente en la encuesta nacional de inclusión financiera (ENIF 2021), la cual revela que sólo 43% de las personas adultas con licenciatura o más cuentan con algún tipo de seguro. Para el caso de los otros niveles de escolaridad, el porcentaje aún es menor. En cuanto a las empresas, menos del 20% tiene una póliza que las resguarde ante eventualidades. Estas cifras no son simplemente números fríos, pues reflejan la falta de una cultura de prevención en nuestro país.

Esto plantea una pregunta fundamental: ¿De quién es la responsabilidad de promover esta cultura? ¿Debemos esperar a que las aseguradoras hagan todo el trabajo o es también un deber de la sociedad? Creo que la respuesta es clara: es tarea de ambos. Las aseguradoras deben seguir diseñando productos accesibles y transparentes, mientras que el sector público tiene que implementar políticas que fomenten una cultura de previsión. Además, es crucial que, como sociedad, dejemos de ver los seguros como un lujo o un gasto innecesario y los consideremos una inversión esencial.

La situación actual en México nos obliga a reflexionar. ¿Por qué no invertimos más en seguros? ¿Qué nos impide proteger lo que hemos construido con tanto esfuerzo? Quizás la falta de educación financiera, la desconfianza hacia las aseguradoras, o simplemente la costumbre de "dejarlo para después" nos han llevado a esta realidad.

Es imperativo que el sector público y privado unan esfuerzos para promover la protección financiera a través de los seguros. Es una responsabilidad compartida que debe abordarse con campañas educativas, incentivos para la contratación de seguros y una regulación clara que proteja al consumidor. Sólo así lograremos que más personas y empresas vean los seguros no como un gasto, sino como una inversión en su tranquilidad y futuro.

En un país, como México, con una exposición tan alta a desastres naturales y eventos inesperados, -claro ejemplo de ello fue el paso del huracán Otis en Acapulco-, o a enfermedades catastróficas, la pregunta ya no debería ser si necesitamos un seguro, sino ¿por qué seguimos postergando la decisión de tener uno?